domingo, marzo 30, 2008

ATAQUE DE ADVERBIOS

Comenzó una tarde, cuando escribía. Llegó sin avisos oportunos, sin señales de alerta, sin sirenas gramaticales. El ataque vino prontamente, sin ton ni son, sin clemencia ni piedad. Cayeron, primero, los adverbios de lugar con sus macabras señales de aquí, delante, lejos. Vinieron, inmediatamente, los de tiempo con sus inciertos hoy, mientras, nunca. Siguieron con sus inoportunos modos los bien, despacio, fácilmente. Luego los de cantidad o grado, como bastante, mucho, muy. De orden, como primeramente. De afirmación, como ; de negación, como no. De duda o dubitativos, como acaso. Mis días, desde entonces, se tornaron invariables, definitivamente invariables, largamente imparables, seductoramente ociosos, indefectibles e impredecibles. Quedaron pocos rastros aquella tarde de tinta en el papel, algunas líneas balbuceantes, apenas un bosquejo de lo que algún día seguramente será la Biblia de mis futuros creyentes, fieles y devotos lectores. Mientras tanto, me ocupa abrumadoramente, por ahora, este maldito efecto post-adverbium; y un bisbiseo egocéntrico que no cesa interiormente.