martes, marzo 11, 2008

EL ESCRITOR

Para Abisué

¿Para qué salir hoy?, me digo. La despensa adolece de lo indispensable. El refrigerador es una tumba que languidece. Las palomas ya no hacen nido en el pasillo de la casa. Y mi teléfono insiste con su alarmante voz que ya es momento de echar mi cuerpo fuera. Pero no me importa, estoy bien, dentro de lo que cabe. Hace unos días dos enormes perros me saludaron, mientras compraba huevos en la esquina. La otra noche, no recuerdo si aquella del eclipse, el televisor dio media vuelta y se marchó, dando coces estertóreos. Pinche programación. Otro día, pálido del pico a la cola, entró por la ventana un ave con una carta tuya envuelta en besos que ya no me supieron igual desde aquella vez, ¿recuerdas?, que te quité las medias.
Aquí me quedaré, aunque no sepa qué hacer con la espina del deseo clavada en la piel, ni con tantas palabras acumuladas que, en algún momento, empezarán a hilvanar lo inútil que ha sido intentar escribir algo que valga la pena.